Es cierto que la ciencia clásica de la medicina y la salud se fundó bajo el signo de la objetividad, es decir, de un universo constituido por objetos aislados (en un espacio neutro) sometido a leyes objetivamente universales. Nuestras mismas percepciones y representaciones ordinarias y espontáneas funcionan ya precisamente de esa manera: aprehendemos, dentro de un mundo físico, objetos que nos parecen autónomos, como existiendo en sí al margen de nuestro conocimiento y exteriormente a él, es decir, dotados de una realidad propia. Ésta es la actitud mental bajo la que nace y se desarrolla la ciencia clásica.
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admin
- marzo 15, 2022
- Enfermedades crónicas en contexto de complejidad